jueves, 25 de septiembre de 2008

Oscar

A Albret (lo prometido, es deuda)
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Dos elementos fundamentales componen estas imágenes: la pitillera que tenéis ante vosotros y Oscar Wilde.

Llevo pitillera porque estoy enamorada de Oscar. Estoy enamorada de Oscar desde que leí El retrato de Dorian Gray. Decidí que sería el amor eterno desde que visité su tumba en París (tumba llena de besos que yo no quise profanar) y quise amarle con todas mis fuerzas leyendo De Profundis (desee resucitar para poder matar con mis propias manos a ese amante suyo tan frío, tan despreciable ser que sacó todo lo bueno de Oscar y después lo abandonó en la más triste de las miserias, en la cárcel acusado de pederastia).
Decidí serle fiel a Wilde toda mi vida y tenerlo presente en todo momento. Me metí en ebay (lugar de internet al que soy adicta) y puse su nombre buscando cualquier objeto que me cautivara como él. La pitillera lo reunió todo: el placer en tabaco, la clase, distinción y elegancia que proporcionan las pitilleras y la mirada de Oscar.